130 aniversario UGT
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Discurso de Santiago Castillo: “Los compañeros de Pablo”

En el año en que se celebra el 130 aniversario de UGT, desde la organización se quieren rememorar actos relevantes que marcaron la historia del sindicato. En este caso queremos compartir el discurso de Santiago Castillo, coordinador de Historia de UGT, titulado “Los compañeros de Pablo”-Los primeros socialistas españoles- pronunciado en la conferencia celebrada en Madrid el 19 de diciembre de 2000:

 

Comenzaré agradeciendo a la Escuela Julián Besteiro que haya contado con mi persona para un acto de este tipo. Tras el agradecimiento, vaya mi reconocimiento a los organizadores por pensar en un Ciclo en que se aborden aspectos como la literatura, la música, las amistades, etc que rodearon a Pablo Iglesias. Son temas, cuando menos, novedosos en el tratamiento que suele hacerse en estos tipos de Ciclos. En esta línea, de lo que se me ha encomendado hablar es de los equipos de personas que integraron el primer socialismo español y de sus relaciones como compañeros. No es precisamente una cuestión muy estudiada, por lo que mi intervención va a ser más para plantear llamar la atención sobre un tema, que para, diríamos, resolverlo

Indiquemos para comenzar que usamos el término compañeros en un sentido muy amplio: aquellos con los que Iglesias comparte las batallas políticas y/o sindicales en que se ve inmerso. Compañeros que, a veces, son amigos. Pero sólo a veces. Porque se puede iniciar el trayecto como fraternales compañeros y devenir -no hay sino recordar la Historia en general y la del Movimiento Obrero en particular-, enemigos cainitamente enfrentados. Entre uno y otro extremo cabe, obviamente, un cúmulo de variadas situaciones.

Al estudiar estos compañeros, habría que hacer una primera aclaración: las referencias que aquí vamos a hacer serán a aquellos con los que Iglesias tenía lazos positivos de compañerismo y, en mayor o menor grado, de amistad.

Al hablar este tipo de relaciones conviene adelantar que de los compañeros de Iglesias sólo sabemos algunas cosas, no muchas, porque, por desgracia -y ésta es una primera constatación- hay un doble problema en cuanto a las biografías de los líderes socialistas. Por un lado, su práctica inexistencia. Tenemos varias biografías de Iglesias, pero muy pocas de los principales actores en los 25 ó 30 años primeros años de actividad política sindical de Iglesias, es decir de los tiempos de la I Internacional hasta la fundación de la UGT y del PSOE.

Si exceptuamos aquella benemérita y espléndida compilación de biografías escritas en la prensa de los años 20 por Juan José Morato y recogidas por Víctor Manuel Arbeloa en los años 70, prácticamente no se ha vuelto a editar ningún otro conjunto de esas biografías. En gran medida porque no existen. Si quitamos las referentes al líder Pablo Iglesias, escritas por autores como Zugazagoitia o Meliá…-, no existen más biografías que las de Morato, bien las recogidas por Arbeloa, bien las que el mismo Morato insertó en su espléndido libro Historia de la Asociación General del Arte de Imprimir o las que introduce en otras de sus obras como su Educador de muchedumbres, quizás la mejor biografía de Iglesias publicada hasta la fecha.

Los que nos hemos visto en la necesidad de reconstruir biografías de líderes obreros por necesidad de nuestras propias investigaciones, sabemos lo que esta carencia las dificulta. Las dificulta y produce además efectos nocivos, como se evidenciaba hace pocos días en el Congreso de historiadores celebrado en Madrid sobre la figura de Pablo Iglesias. En dicho congreso se constataba por diversos intervinientes cómo la carencia de biografías con criterios científicos actuales dificultaba la labor de rectificación de una serie de inexactitudes que se siguen repitiendo como tópicos por algunos historiadores en sus textos.

Y esto nos sirve para entrar en una segunda cuestión. Cuando en textos actuales se afronta algún tipo de aspectos de las relaciones entre los primitivos socialistas se suele hacer con frecuencia desde la perspectiva de intentar demostrar aspectos conflictivos o de enfrentamiento. Las preguntas subyacentes o explícitas son del siguiente tenor: cómo García Quejido, por ejemplo, se enfrentó a Iglesias, porque sus presupuestos eran contrarios. Bien es verdad que los sesgos contenidos en semejantes preguntas no provienen de afrontar el tema desde una perspectiva sectaria, sino de partir de hipótesis de que hubo enfrentamientos específicos, en el caso de este ejemplo, entre Quejido e Iglesias.

Es decir, en última instancia, estaríamos hablando de reconstrucción de biografías en función de algunos hipotéticos rasgos de enfrentamientos personales. Y decimos hipotéticos porque la mayoría de las veces son enfrentamientos personales sin documentar, y en más de una ocasión, cuando éstos se documentan, se comprueba que las razones de las discrepancias poco o nada pueden tener que ver con lo corrientemente achacado a malas relaciones entre personas. El haber insistido, precisamente en el caso Quejido-Iglesias, recientemente me ahorra volver aquí sobre el tema.

Una tercera cuestión hace referencia a las biografías clásicas sobre Iglesias. En ellas encontramos algunos datos sobre el carácter de Iglesias, sobre algunas de sus aficiones, lecturas etc… Pero pocos datos de cómo era su relación personal con sus correligionarios. Y esto lleva a que hoy se inventen hipotéticas desavenencias personales Iglesias versus alguien como razones que explicarían decisiones de gran trascendencia en momentos concretos del partido o del sindicato. Por ejemplo, cuando a comienzos de siglo, en un socialismo que parecía volver a retomar su estructura de bicefalia, Iglesias-Quejido, éste último toma la decisión de dimitir de la secretaría de la Unión General de Trabajadores, abandonar su revista, La Nueva Era, y de retirarse de una serie de actividades. Si observamos el tratamiento que se da a estos temas en las obras recientes sobre socialismo, podremos comprobar que se basan fundamentalmente en interpretarlos en claves de conflictos personales entre líderes desestimando otras cuestiones que parecen de más interés.

Todo esto nos hace afirmar que Quejido es también un personaje necesitado de una biografía política. En igual o mayor medida que Iglesias. Prácticamente nada realmente nuevo existe, que sepamos, sobre la biografía de Quejido desde los textos. Como conclusión de este punto, diríamos que, por desgracia, para muchos de estos dirigentes, incluido el tandem Quejido-Iglesias, es necesario reconstruir mínimamente su biografía.

Como estos estudios son de sumo interés para poder desde ellos reconstruir y reinterpretar la historia del socialismo español, es por lo que creo que deben llevarse acabo con cierta prioridad. A modo de línea general para tales estudios podríamos esbozar la siguiente. Las primeras relaciones de compañerismo y de amistad en tareas políticas en que se involucra Iglesias van a ser en la Primera Internacional, cuando él ya tiene 20 ó 21 años. Algunos de estos compañeros van a devenir amigos y lo van a ser hasta su muerte llegando en algunos casos al medio siglo de amistad.

Son varios los tipos de compañeros. En primer lugar, dos compañeros extranjeros, Paul Lafargue y Laura Marx. Con ellos la amistad será respetuosa y casi reverencial hacia quienes, en un momento iniciático, se tuvo la suerte de haber conocido y contado con su apoyo, siendo además quienes eran, la hija y un yerno de Marx. Pero, en realidad, pesará siempre más la calidad de correligionarios que la amistad propiamente dicha. Al menos eso es lo que cabe colegir por las correspondencia conservada a partir de su salida de España.

Otros dos compañeros tendrán relevancia en estos años de la I Internacional. Los dos eran 10-11 años mayores que Iglesias. Se trata de Francisco Mora y José Mesa, el uno zapatero, el otro tipógrafo y periodista, que también se decantaban por ese minúsculo grupo marxista de los nueve que no superaban la veintena. La relación con cada uno de estos dos dirigentes va a ser muy diferente.

Paco Mora va a pasar a un segundo plano, al menos a nuestro conocimiento, del movimiento desde 1874 hasta la fundación del partido en el 79, va a desaparecer una vez que en el 86 se discutan las bases de edición de El Socialista aunque volverá a publicar ya desde dentro del partido en 1894 la Historia de la Primera Internacional, pero no entrará verdaderamente a trabajar en el PSOE de forma constante y fuerte hasta finales de siglo.

Por lo que conocemos la relación de Iglesias con Mora parece más de compañerismo que de amistad al menos hasta finales de siglo en que parece reforzarse, al tiempo que, a diferencia de las disidencias mantenidas en etapas anteriores -por ejemplo en 1886- se refuerzan entre ellos las coincidencias políticas

Por otro lado, la amistad con José Mesa con el que se ha colaborado intensamente durante la Internacional, que se va a París en 1874, manteniendo desde la capital gala los contactos, va a seguir siendo hasta su muerte de fuerte intensidad. Mesa posibilitaba el mantenimiento de las estructuras del partido: desde el periódico, que no se hubiera podido sostener sin el dinero que Mesa aportaba, tanto para el semanario como para pagar el salario de su director, Pablo Iglesias. La relación de amistad durará hasta la muerte de Mesa a comienzos de siglo.

En la I Internacional existían por último otros compañeros de más o menos la misma edad que Iglesias en torno a los veinte años: Hipólito Pauly, Inocente Calleja, Pagés, Sanz… que no sólo formarán parte del grupo de los 9, estarán también en el grupo fundacional del partido socialista en 1879 permaneciendo con posterioridad, la práctica totalidad, hasta su muerte, dentro de dicho partido.

En esta línea del 73, veremos que, una vez caída la Primera República, el Arte de Imprimir será la escuela de la militancia sindical de los socialistas y es también, desde el punto de vista que aquí adoptamos, una verdadera fragua de compañerismos y de amistad. En algunos casos, volvemos a tener aquí relaciones similares a las de años anteriores: los ya curtidos Fernández Alonso o José Ortiz de Zárate, que firman la entrada en la Internacional del jovencísimo Pablo Iglesias, van ser personas que entran también en el Arte de Imprimir, y que son (sobre todo el republicano Ortiz de Zárate) apoyos fundamentales en su presidencia en el Arte, y van a estar allí durante ese proceso de transición de ese Sindicato armonicista, de patronos y obreros, que había sido el Arte hasta entonces, a ese vuelco que van a dar las nuevas Juntas presididas por Iglesias.

Aquí empieza ya a fraguarse un núcleo de compañeros y amigos nuevos. Algunos de un peso tan extraordinario que van a tener tanta importancia en el liderazgo del partido después, como el propio Iglesias. Si cogemos la hornada de los dirigentes del Arte del 74 al 79, nos encontraremos a viejos tipógrafos, como Felipe López, que introducirá en el partido y en el Arte de Imprimir a Juan José Morato, Serrano, Ros, Calderón, Cortés, Matías Gómez Latorre, que será probablemente el amigo más íntimo y más fiel de Pablo Iglesias hasta su muerte, o Antonio García Quejido, todos ellos empiezan esa segunda etapa de aventuras con nuestro Pablo Iglesias y también estarán en la tercera a partir de los años 80.

Efectivamente, como es bien sabido, entre los fundadores del primer núcleo socialista de 1879 eran mayoría los tipógrafos. Pero unos tipógrafos que llevaban varios años dirigiendo un organismo, el Arte, al que habían trasformado en un sindicato de clase y que afrontaría pronto, 1882, una huelga para imponer las tarifas en las imprentas madrileñas. Estamos hablando de personas que tienen ya una práctica conjunta, que comulgan con las mismas ideas, y que tienen al menos un cierto grado de identidad y de amistad. Por supuesto, en el camino van a haber también rupturas de amistades como la que unía estrechamente a Iglesias y Feito, deshecha tras la huelga del 82. Llegados aquí creo interesa resaltar que son un grupo de personas, un grupo de dirigentes, no son Pablo Iglesias y unos amigos. Son un grupo de amigos y entre ellos Pablo Iglesias, que están llevando a cabo de forma conjunta una labor importante.

Es decir, que hay que huir de una visión presentista que se plantee: vamos a recomponer la Historia, viendo quién trabajaba con Iglesias… Mas bien, el planteamiento debe encaminarse al análisis de qué ocurrió, quiénes actuaban, y cómo todo ello desembocará después en que Iglesias acabe siendo lo que con posterioridad fue. La actitud en exceso presentista es ya muy antigua En 1910, Morato se veía abocado a criticar a Antonio Atienza con motivo de los escritos en torno al 25 aniversario de El Socialista:

Para ensalzar a Iglesias -amonestaba Morato- no es necesario menospreciar a los demás. Porque es verdad que estamos ante un colectivo de personas que van a ir desarrollando en equipo una labor, y lo podemos constatar en todo tipo de actuaciones. Si se discute en el 83-84, contra los anarquistas en las Escuelas Pías, el peso de la discusión lo llevarán Abascal, Quejido, Aparicio, San Miguel, Gómez Crespo, y sólo Iglesias al final, porque le acusan de traidor a la Internacional, tiene que intervenir en dos mítines. El papel de Iglesias, de Quejido, de Gómez Latorre y de tantos otros es muy similar, como lo será inmediatamente después con los informes orales y escritos ante la Comisión de Reformas Sociales. La situación empezaría a cambiar a partir de 1886- con la fundación de El Socialista

1886 y de la UGT y del PSOE en 1888

Los años 1886-88 son, en efecto, un bienio clave en la configuración del socialismo español. Se crea El Socialista. La agrupación madrileña inicia sus actividades de forma continuada: mítines del Teatro Felipe, campañas nacionales por la aplicación de la ley Benot o de la jornada de ocho horas. Se constituye de forma definitiva el partido y la UGT, EJB-UGT previa separación del ala oportunista catalana pero con la permanencia de antiguos socialistas como Caparó, Ferrer, Reoyo, Fornells.

Son también años importantes para la interpretación de la cristalización del liderazgo de Iglesias iniciándose el despegue hacia algo más que un primus inter pares. Sobre todo, por su papel en la creación y puesta en marcha de El Socialista y el papel del periódico como motor básico en la constitución del partido y de la Unión. Pero ese periodo excede del que aquí nos habíamos planteado. Para el periodo aquí propuesto, habría, pues, tres etapas de líderes/compañeros/amigos.

Para superar lo que hasta aquí conocemos de las relaciones entre ellos, las fuentes privilegiadas siguen siendo los trabajos de Morato, tanto los ya mencionados al inicio de este texto, como otra infinidad de artículos miscelánicos, conmemorativos, biográficos o de recuerdos que a través de prácticamente toda su vida irá publicando acá y allá este incansable historiador de las clases jornaleras, como ya se le caracterizara en su época.

Permítaseme acabar esta intervención reproduciendo uno de esos textos sobre aquellos primeros socialistas, de algunos de los cuales no sabemos más que los nombres. Estas pinceladas de un Morato que convivió con ellos nos los hacen, creo, más humanos. Recordando a los tipógrafos socialistas de los años 70 «Iglesias, con hermosa barba rubia; Quejido, con idéntica figura que hoy [comienzos de siglo XX], pero con el bigote rasurado; Matías Gómez, siempre culto, jovial; Mateo, con manguitos de covachuelista; Feito, serio y gallardo; Abascal, con empaque inverosímil; Guerrero, destartalado; Pauly, cojo, alegre y dicharachero; Calderón, atildado; Vilar, representante de una generación de cajistas de la que no queda sino la memoria; Felipe López, goloso, fumador invencible, enemigo jurado de toda bebida alcohólica; Nafarrete, minúsculo y valeroso; Gómez Crespo, vehemente, emprendedor; Alonso, pulcro; Alarcón, despierto y listo como un diablo; Ros, contentadizo y socarrón; Bermejo, la honradez hecha carne; Cortés, jocundo y castizo madrileño…»

Variados caracteres, diferentes personalidades actuando en coyunturas difíciles que, hasta donde logremos conocer, sería interesante integrar en ese estudio, todavía en sus inicios, de las relaciones entre los primeros socialistas.

Muchas gracias.

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