Un familiar del zaragozano militante de UGT ha viajado a Alemania y ha logrado rescatar el objeto perdido hace 75 años en un campo de concentración
Cayo Pelegay Villoque nació en el pueblo de Boquiñeni, Zaragoza, en 1898. Fue militante de UGT desde 1933, y, tras la Guerra Civil, donde perdieron la vida dos de sus hermanos, se exilió a Francia. En 1944, fue detenido en la localidad de Flesselles, en plena Ocupación. El régimen nazi había implantado el Servicio de Trabajo Obligatorio y Cayo se había negado a realizarlo, por lo que fue considerado ‘refractario’ y encarcelado. Su nombre figura en dos monumentos erigidos posteriormente en Flesselles, uno en homenaje a los deportados y otro a aquellos muertos durante la deportación.
Fue brevemente encarcelado en la ciudadela de Amiens y en el Camp de Royalieu, Compiègne. En julio de 1944, junto con otros 20 españoles y otras 1500 personas, fue trasladado a Alemania. Llegó al Campo de Neuengamme, donde le fue confiscado su reloj de pulsera y estuvo cautivo por unos días, hasta ser enviado al kommando externo dependientes de Bremen-Farge, para trabajar en la construcción del búnker para submarinos U-Boot Bunker Valentín. Unos 6 meses más tarde, falleció. Los nazis atribuyeron su muerte oficialmente una insuficiencia cardíaca causada por una infección en el flemón, pero las causas de muerte que daban los nazis no son del todo confiables. Santiago Gimeno Pelegay, sobrino biznieto de Cayo, sospecha que no fueron causas naturales, ya que «las condiciones en ese campo de trabajo debían ser brutales, les hacían cargar sacos de cemento de 60 kilos«, según contó a Cuarto Poder.
Gimeno fue el pariente que investigó la historia de Cayo, motivado por el descubrimiento de su existencia durante un acto en el 2016 sobre deportados españoles, en el Teatro del Barrio, Madrid. Esta casualidad lo llevó a viajar hasta Hamburgo para recuperar el reloj confiscado por la SS. Inspirado por la experiencia, ha defendido las iniciativas para fomentar la Memoria Histórica, aunque destaca que «queda mucho por hacer«, especialmente «cosas muy pequeñas y locales«. Agrega que «todo se atasca cuando vamos a los grandes temas: Valle de los Caídos, calles franquistas o juicios a torturadores. No se está investigando la verdad, no se está reparando adecuadamente a las víctimas ni se va a juzgar a los responsables. Lo triste es que los estándares internacionales de DDHH te dicen que si no haces esas cosas no te aseguras que en tu sociedad no se vaya a repetir lo mismo«.
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